Sucre vuelve a ser el centro del tiempo. Como hace dos siglos, cuando cinco departamentos dieron a luz a una república nacida de la voluntad emancipadora, la capital histórica de Bolivia late con el ritmo solemne y festivo del Bicentenario. En la piedra noble de la Casa de la Libertad —donde el 6 de agosto de 1825 se firmó el Acta de la Independencia— resuenan los ecos de aquel día en que Bolivia dejó de ser audiencia para convertirse en República.
Ese acta, redactada con tinta de heroísmo y sueños libertarios, proclamó la ruptura con la corona española, exclamando que “los pueblos del Alto Perú protestan a nombre del mundo antiguo y del mundo moderno contra la opresión”. La nueva nación nacía con cinco departamentos: Chuquisaca, La Paz, Cochabamba, Potosí y Santa Cruz, abrazados en una misma esperanza. Y aunque el nombre de Juana Azurduy no aparece entre los firmantes, su espíritu flamea en cada línea.
Hoy, su figura se alza incólume en la memoria del pueblo. En el frontis de la Casa de la Libertad, una urna guarda sus restos como testimonio de una mujer que empuñó el sable con más determinación que muchos generales. A su nombre se rindió homenaje con ofrendas florales, discursos fervorosos y un silencio colectivo que pareció honrarla más que mil aplausos.
Las calles de Sucre están encendidas. No solo por la profusión de luces tricolores que adornan plazas y balcones, sino por el entusiasmo que brota de cada esquina. Desde el 1 de agosto, la ciudad ha sido escenario de festivales culturales, ferias patrióticas, conciertos y caravanas. Este sábado, una columna de 150 motoviajeros de seis departamentos recorrerá la ciudad, una travesía de hermandad sobre ruedas que culminó con una caravana nocturna en homenaje al Bicentenario.
El fervor cívico no se agota en los motores. Servidores públicos del Ministerio Público desfilaron con paso firme y convicción, luego de entregar su ofrenda en la Casa de la Libertad. “Es un compromiso con la democracia y el pueblo”, dijo el fiscal departamental de Chuquisaca, Mauricio Nava, al recordar a los mártires que forjaron la independencia. Junto a ellos, escolares, universitarios, gremios, artistas y vecinos marcharon con la frente alta, vestidos con los colores de la bandera.
La cita culminante será el próximo martes 6 de agosto, con la esperada sesión de honor en el hemiciclo de la Casa de la Libertad. El vicepresidente David Choquehuanca ya convocó a las autoridades del país, y se anticipa la presencia de delegaciones internacionales. El presidente Luis Arce será anfitrión del acto central, en el que, según se ha anunciado, brindará un mensaje que sintetizará los avances de su gestión antes de concluir su mandato en noviembre.
La presencia internacional confirmada hasta ahora suma más de 40 países, entre ellos los presidentes Gabriel Boric (Chile), Santiago Peña (Paraguay) y Xiomara Castro (Honduras), además de la vicepresidenta de Ecuador, María José Pinto. Los hoteles de la ciudad ya no tienen habitaciones disponibles y la expectativa crece cada hora. La alcaldía ha pedido a la ciudadanía embanderar sus viviendas y espacios públicos, vistiendo a Sucre con los colores rojo, amarillo y verde.
Doscientos años después, Bolivia vuelve a mirar su origen. No con nostalgia paralizante, sino con conciencia de lo que aún queda por conquistar. El Bicentenario es una pausa para recordar, pero también un impulso para continuar. Porque la libertad no se hereda: se construye cada día, en la memoria, en las plazas, en las urnas y en la justicia.
Y Sucre, con su cielo despejado y su historia viva, lo sabe. Por eso canta, desfila, embandera y sueña. Porque aunque pasen otros doscientos años, aquí seguirá latiendo el corazón de una nación que no se olvida de dónde viene ni renuncia a dónde quiere llegar.
El Deber
Sucre vuelve a ser el centro del tiempo. Como hace dos siglos, cuando cinco departamentos dieron a luz a una república nacida de la voluntad emancipadora, la capital histórica de Bolivia late con el ritmo solemne y festivo del Bicentenario. En la piedra noble de la Casa de la Libertad —donde el 6 de agosto
Sucre vuelve a ser el centro del tiempo. Como hace dos siglos, cuando cinco departamentos dieron a luz a una república nacida de la voluntad emancipadora, la capital histórica de Bolivia late con el ritmo solemne y festivo del Bicentenario. En la piedra noble de la Casa de la Libertad —donde el 6 de agosto de 1825 se firmó el Acta de la Independencia— resuenan los ecos de aquel día en que Bolivia dejó de ser audiencia para convertirse en República.
Ese acta, redactada con tinta de heroísmo y sueños libertarios, proclamó la ruptura con la corona española, exclamando que “los pueblos del Alto Perú protestan a nombre del mundo antiguo y del mundo moderno contra la opresión”. La nueva nación nacía con cinco departamentos: Chuquisaca, La Paz, Cochabamba, Potosí y Santa Cruz, abrazados en una misma esperanza. Y aunque el nombre de Juana Azurduy no aparece entre los firmantes, su espíritu flamea en cada línea.
Hoy, su figura se alza incólume en la memoria del pueblo. En el frontis de la Casa de la Libertad, una urna guarda sus restos como testimonio de una mujer que empuñó el sable con más determinación que muchos generales. A su nombre se rindió homenaje con ofrendas florales, discursos fervorosos y un silencio colectivo que pareció honrarla más que mil aplausos.
Las calles de Sucre están encendidas. No solo por la profusión de luces tricolores que adornan plazas y balcones, sino por el entusiasmo que brota de cada esquina. Desde el 1 de agosto, la ciudad ha sido escenario de festivales culturales, ferias patrióticas, conciertos y caravanas. Este sábado, una columna de 150 motoviajeros de seis departamentos recorrerá la ciudad, una travesía de hermandad sobre ruedas que culminó con una caravana nocturna en homenaje al Bicentenario.
El fervor cívico no se agota en los motores. Servidores públicos del Ministerio Público desfilaron con paso firme y convicción, luego de entregar su ofrenda en la Casa de la Libertad. “Es un compromiso con la democracia y el pueblo”, dijo el fiscal departamental de Chuquisaca, Mauricio Nava, al recordar a los mártires que forjaron la independencia. Junto a ellos, escolares, universitarios, gremios, artistas y vecinos marcharon con la frente alta, vestidos con los colores de la bandera.
La cita culminante será el próximo martes 6 de agosto, con la esperada sesión de honor en el hemiciclo de la Casa de la Libertad. El vicepresidente David Choquehuanca ya convocó a las autoridades del país, y se anticipa la presencia de delegaciones internacionales. El presidente Luis Arce será anfitrión del acto central, en el que, según se ha anunciado, brindará un mensaje que sintetizará los avances de su gestión antes de concluir su mandato en noviembre.
La presencia internacional confirmada hasta ahora suma más de 40 países, entre ellos los presidentes Gabriel Boric (Chile), Santiago Peña (Paraguay) y Xiomara Castro (Honduras), además de la vicepresidenta de Ecuador, María José Pinto. Los hoteles de la ciudad ya no tienen habitaciones disponibles y la expectativa crece cada hora. La alcaldía ha pedido a la ciudadanía embanderar sus viviendas y espacios públicos, vistiendo a Sucre con los colores rojo, amarillo y verde.
Doscientos años después, Bolivia vuelve a mirar su origen. No con nostalgia paralizante, sino con conciencia de lo que aún queda por conquistar. El Bicentenario es una pausa para recordar, pero también un impulso para continuar. Porque la libertad no se hereda: se construye cada día, en la memoria, en las plazas, en las urnas y en la justicia.
Y Sucre, con su cielo despejado y su historia viva, lo sabe. Por eso canta, desfila, embandera y sueña. Porque aunque pasen otros doscientos años, aquí seguirá latiendo el corazón de una nación que no se olvida de dónde viene ni renuncia a dónde quiere llegar.
El Deber
Etiquetas: bicentenarioSucre
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