<p>Saborear cada bocado, sin prisa, con todos los sentidos puestos en los alimentos elegidos, reconociendo y respetando, de manera consciente, las señales de nuestro cuerpo en cuanto a hambre y saciedad. Establecer, en suma una relación saludable con la comida o lo que se conoce ya como <i><strong>mindful eating</strong></i>, un hábito cuyo objetivo es asegurar poder llevar una <strong>dieta sana sin esfuerzo</strong>.</p>
No limita alimentos ni cantidades de comida y aleja el hambre emocional del plato. Javier García Campayo insiste en que comer es una acción altamente ritualizada e influenciada por nuestro aprendizaje a lo largo de la vida
Saborear cada bocado, sin prisa, con todos los sentidos puestos en los alimentos elegidos, reconociendo y respetando, de manera consciente, las señales de nuestro cuerpo en cuanto a hambre y saciedad. Establecer, en suma una relación saludable con la comida o lo que se conoce ya como mindful eating, un hábito cuyo objetivo es asegurar poder llevar una dieta sana sin esfuerzo.
En los últimos años, el fenómeno mindfulness -entrenamiento en la atención en todos los aspectos de la vida-, ha demostrado eficacia en enfermedades como depresión, ansiedad, dolor y otros trastornos relacionados con el estrés, así como en el aumento del bienestar y en el desarrollo de diferentes fortalezas como la curiosidad o la aceptación.
Una de las variaciones más interesantes de esta técnica es el llamado mindful eating o comer consciente que planta cara al consumo de comida preparada, a los horarios irregulares, a comer solos viendo el móvil o mientras nos desplazamos, y cuya consecuencia inmediata, al no prestar atención a qué y cómo ingerimos, puede ser el exceso de peso, uno de los males que aquejan a nuestra sociedad.
«La forma habitual con la que la mayoría de la gente afronta el problema del sobrepeso es mediante las denominadas dietas de adelgazamiento, que exigen una gran fuerza de voluntad para mantenerlas en el tiempo, explica Javier García Campayo, experto mundial en mindfulness y catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Zaragoza.
El también médico psiquiatra en el Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, advierte de que mindful eating no es una dieta al uso, ya que puede ingerirse todo tipo de alimentos sin control de la cantidad. «Consiste en hacerse consciente de las sensaciones corporales al comer y de nuestros hábitos automáticos en el proceso de la ingesta».
Insiste en que comer es una acción altamente ritualizada e influenciada por nuestro aprendizaje a lo largo de la vida. «¿Sabemos cuántas veces solemos masticar cada bocado? ¿Cuánta cantidad de comida echamos en el plato? ¿Paramos de comer cuando sentimos cierta plenitud en el estómago o nos gusta seguir comiendo hasta que ya no nos cabe más? Estas y otras preguntas nos harán darnos cuenta de cómo comemos».
«Esta manera de comer no tiene efectos adelgazantes inmediatos, pero a medio plazo nos lleva a nuestro peso ideal»
De hecho, y según el experto, estudios recientes muestran que quienes practican mindful eating tienden a mejorar su digestión y bienestar emocional y desarrollan una relación más sana y equilibrada con la comida.
A su juicio, mindful eating es también muy útil para evitar el hambre emocional, el que ocurre cuando no tenemos necesidad de comer, sino que lo hacemos para calmar la ansiedad, el enfado o la sensación de vacío. «Nos enseña a comer sólo mientras el cuerpo tiene hambre y luego dejarlo. Así nos convertimos en gourmets. Esta manera de comer no tiene efectos adelgazantes inmediatos, pero a medio plazo nos lleva a nuestro peso ideal, porque solo ingerimos lo que realmente necesita nuestro cuerpo. Sostenida en el tiempo no solo adelgaza, además, evita el efecto rebote típico de las dietas tradicionales», sostiene el catedrático.
Este tipo de alimentación enseña a comer, pero pueden surgir dudas de si se está practicando de forma adecuada o si es necesaria ‘la guía’ experta. Según García Campayo, se trata de una práctica específica de mindfullnes y puede aprenderse con un instructor de esta disciplina. Pero, subraya que «no es una dieta, no busca una eficacia terapéutica a corto plazo, sino que es la forma atenta natural de comer. Está muy relacionada con movimientos como ‘slow food’ o similares: buscan reconectarnos con la naturaleza y con nosotros mismos».
Detalla que mindful eating no tiene relación con tipos de comida permitidas o prohibidas, contar calorías u otros aspectos relevantes en las dietas. El tema clave es aprender nuevos hábitos de comida, observar cómo nos relacionamos con los alimentos y cuál es nuestra forma de comer.
«Buscamos desarrollar sensibilidad a las sensaciones corporales que nos indican cuándo el estómago empieza a llenarse; ser conscientes de que el sabor de la comida ya no es tan sabroso cuando hemos comido suficiente, notar cómo nos obligamos a acabar toda la comida que hay en el plato porque en nuestra familia se hacía así, cómo no podemos soltar los cubiertos encima de la mesa mientras masticamos, y otros muchos hábitos y tics».
Las dudas también podrían surgir en torno a si esta forma de relación con los alimentos podría desembocar en ingesta no adecuada de nutrientes o abuso de alimentos que no son saludables, por ejemplo. Sin embargo, el psiquiatra sostiene, y deja muy claro, que mindful eating no es una dieta ya que no entra al tipo de alimentos a comer o cómo se combinan.
«Por supuesto, puede asociarse a recomendaciones de un nutricionista, pero no es imprescindible. ¿Quién vigila la forma de comer de la población? Comen cuando consideran, la cantidad que quieren, sin ningún control. No cuando lo necesita su cuerpo, sino por ‘hambre emocional’, porque comer es una forma de regular emociones negativas, de no sentir el estrés o la ansiedad».
Lo que entraña peligro, advierte este especialista, «es la forma en que comemos actualmente: casi un tercio de la población, cuando llega por la noche a casa, va a la nevera y come sin hambre, simplemente para ‘darse un homenaje’, porque está agotado física y emocionalmente del día de trabajo».
Por conductas como esta, «divorciadas de nuestro cuerpo, estamos en tasas de sobrepeso por encima del 50% en países occidentales. Esto no ocurre en las personas que practican mindful eating. Quien escucha a su cuerpo se sentará mientras come (no come de pie como las personas estresadas), sólo come mientras come (no come a la vez que ve la televisión, contesta el móvil o está leyendo) y será cuidadoso con la comida porque disfruta de su sabor (no tenderá a comer ultraprocesados o comida basura, porque percibe lo antinatural que es)». 2
Sobre cuáles son los pilares de esta práctica, si existen pautas en función de grupos de edad, tipo de alimentos preferentes y los que están más restringidos o momentos del día más adecuados para ingerir comida, García Campayo explica que «no hay alimentos recomendados ni hay ninguno restringido. No hay unas horas específicas para comer, pero si escuchamos nuestro cuerpo, él nos va a decir cuándo tiene hambre y cuándo no, y no comemos porque es la hora que toca según el reloj, sino porque sentimos que lo necesitamos. El objetivo no es perder peso y no se pierde a corto plazo, pero si a medio plazo».
A diferencia de las dietas que suelen ser eficaces a corto plazo, «pero que producen tales cambios en la forma de comer que la gente no puede mantenerlas años, esta forma natural de comer se puede mantener toda la vida. Y al seguir el proceso natural del cuerpo, uno recupera un peso normal con los años, porque no fuerza la dieta».
Es más, señala que conectar con nuestro cuerpo y desarrollar atención está indicado en todas las personas. No hay ninguna enfermedad que contraindique sentir nuestro cuerpo y evitar el ‘comer emocional’, para calmar nuestra ansiedad. «No puede producir efectos adversos, porque conecta con la sabiduría natural de nuestro cuerpo, la que tienen los animales que viven en libertad. Ellos no están gordos, ni tienen que llevar una dieta. Comen de todo lo que es natural para ellos, cuando lo necesitan y en la cantidad que necesitan. Solo los seres humanos y los animales domesticados engordamos, porque nos hemos desconectado de las señales de nuestro cuerpo».
Esta forma de conexión íntima con la comida, podría convertirse, por tanto, en un nuevo y natural patrón dietético. «En mindful eating decimos que nos convertimos en gourmets: solo comemos lo que realmente nos gusta, pero sólo en la cantidad que nuestro cuerpo siente que necesitamos, cuando realmente tenemos hambre. De esta manera se aprecia mucho más la comida y su sabor que cuando comemos en exceso».
Para reforzar la idea de convertirnos en gourmets de nuestra alimentación explica que las dietas tradicionales, las de pechuga-lechuga, hacen que perdamos el gusto por la comida, que «comer se convierta en una tortura» en la que tenemos que contar calorías o estar cuidando continuamente qué comemos y qué no.
«La gente tiende a ‘darse caprichos’, como chocolate y otros alimentos hipercalóricos. Por eso, son eficaces a corto plazo, pero no a largo plazo, porque no se pueden mantener de por vida, ya que no se puede renunciar a uno de los mayores placeres de la vida. La forma de comer tipo mindful eating aumenta el placer por la comida, porque la degustamos, y la gente desea mantenerla toda la vida».
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