<p>Como ya anuncia su apellido, a <strong>Manuel Valiente</strong> (Zaragoza, 1980) no le asustan los retos. Por eso, este investigador que decidió cambiar la veterinaria por la neurociencia se ha embarcado en uno de los mayores desafíos que a día de hoy plantea la investigación contra el cáncer: la <strong>metástasis cerebral.</strong></p>
Manuel Valiente ha encontrado una innovadora vía terapéutica para atacar a la gran homicida del cáncer, la metástasis cerebral
Como ya anuncia su apellido, a Manuel Valiente (Zaragoza, 1980) no le asustan los retos. Por eso, este investigador que decidió cambiar la veterinaria por la neurociencia se ha embarcado en uno de los mayores desafíos que a día de hoy plantea la investigación contra el cáncer: la metástasis cerebral.
Desde su laboratorio del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), Valiente quiere derribar una de las últimas fronteras del cáncer, acabar con una asesina despiadada contra la que seguimos sin tener armas. Y sus esfuerzos están dando resultado.
Su equipo no solo ha encontrado una vía terapéutica que ya se está probando en ensayos clínicos. También avanza en estrategias para prevenir la metástasis y métodos para frenar los estragos que causa la enfermedad. «Hace 10 o 15 años, que a un paciente le diagnosticaran una metástasis cerebral era una sentencia de muerte. Ni siquiera podía tener acceso a ningún ensayo clínico porque estos excluían de manera activa a cualquier paciente con metástasis cerebral. Afortunadamente esto ya no es así. El panorama para los pacientes está cambiando y va a seguir haciéndolo. Soy optimista al respecto», cuenta Valiente, jefe del grupo de Metástasis Cerebral del CNIO, en su despacho del centro madrileño.
Entre otros hallazgos, el grupo ha logrado descubrir un hito clave, una de las estratagemas que utiliza el cáncer para crecer en el cerebro. Pero, además, ha conseguido encontrar un modo de frenar su acción.
En primer lugar, los científicos han demostrado que la metástasis altera el funcionamiento normal del cerebro. Como si de un mafioso se tratara, el tumor logra corromper y reclutar a un subtipo de células cerebrales, los astrocitos, para que dejen sus funciones y se pongan de su parte. Como ‘quintacolumnistas’ del tumor, estas células que normalmente contribuyen a reducir los daños en el cerebro, comienzan a trabajar para el enemigo, creando una barrera química que impide que el sistema inmunitario ataque al cáncer.
La buena noticia es que el grupo de Valiente ha descubierto que un fármaco que ya existe e inhibe la producción de esas moléculas que ocultan el tumor, la silibinina, es capaz de bloquear esa estratagema del cáncer. «En pacientes que tomaron este fármaco como uso compasivo, porque no tenían ninguna alternativa más en su tratamiento, vimos un respuesta muy positiva, del 75%», destaca Valiente.
La efectividad del fármaco se está probando ya en un ensayo clínico en fase II como monoterapia en casos de cáncer de pulmón y cáncer de mama con metástasis en el cerebro, pero los investigadores han publicado recientemente nuevos datos que muestran que su papel podría ser incluso más interesante en combinación con inmunoterapia. «Si todo va bien, esperemos que se abra un ensayo en fase III donde se recluten cientos de pacientes y pueda estudiarse una línea en la que se use la monoterapia combinada con inmunoterapia. Porque creemos que los beneficios van a ser mucho más claros», confirma Valiente.
Ver que la idea que un día tuvieron en el laboratorio está cerca de poder servir de ayuda a los pacientes es para el investigador «un sueño».
«Si alguno de los ensayos que tenemos en marcha funciona y de alguna manera podemos mejorar algo, aunque sea un pequeño granito de arena, será una gran satisfacción. Es lo que más me motiva, que lo que hagamos en el laboratorio llegue a convertirse en un tratamiento o en una herramienta de diagnóstico que mejore lo que tenemos frente a esta enfermedad que mata a tanta gente», señala.
El aragonés es un apasionado de su trabajo. Lo que hace en el laboratorio, asegura, le engancha tanto que le ha obligado a tener que dejar de lado grandes aficiones como el alpinismo o la batería. Sin embargo, de niño nunca tuvo vocación de científico.
Ser veterinario era, desde siempre, el sueño de Valiente, que estudió la carrera en Zaragoza para darse de bruces con una realidad profesional que no le convencía. «Al menos en aquel momento la única posibilidad era trabajar en clínicas pequeñas donde el clínico tiene que saber absolutamente de todo y además lidiar con los propietarios de los animales». Tras un tiempo de reflexión, remarca que tuvo la suerte de incorporarse «a un laboratorio excepcional, el de Óscar Marín» en Alicante, donde se especializó en neurociencias y se dio cuenta de que «hacer ciencia es claramente lo que quería». Su doctorado versó sobre las migraciones neuronales que se producen durante el desarrollo cerebral, un fenómeno que le fascina. «Durante el desarrollo, mientras somos fetos e incluso después del nacimiento, las células cerebrales tienen que moverse y migrar por todo el cerebro. Las neuronas se generan a distancias muy lejanas de donde acaban localizándose y tienen que moverse en un proceso muy complejo que tiene que ejecutarse perfectamente porque de no hacerlo pueden producirse enfermedades muy graves de tipo neuropsiquiátrico», detalla.
Acabada esta etapa, Valiente se fue a Nueva York, al laboratorio de Joan Massagué, a volcar sus conocimientos en el estudio de otra migración que también se produce en el cerebro, la que consiguen realizar las células tumorales cuando generan una metástasis. Y ahí despegó definitivamente su carrera. Volvió a España en 2015 para ponerse al frente de su propio laboratorio en el CNIO.
Además de la vía que pretende evitar que el cáncer use a los astrocitos en su beneficio, el equipo mantiene abiertas diferentes líneas de investigación, basadas en estudios en modelos animales y en muestras derivadas de pacientes. Una de las más activas tiene que ver con mejorar la calidad de vida de los enfermos. «Muchos pacientes con metástasis cerebrales tienen alteraciones cognitivas. Hasta ahora se creía que este impacto neurocognitivo se debía al crecimiento de la metástasis, a su efecto al comprimir la masa cerebral, pero hemos visto que esto no es así en todos los casos ni muchísimo menos», explica Valiente. «El perfil molecular del tumor, las moléculas que secreta, también es clave. Sabemos que hay tumores que, por su perfil, tienen una mayor impacto en la comunicación neuronal, en cómo las neuronas hablan». Por eso, con ese conocimiento en la mano, el equipo busca maneras de encontrar esas moléculas deletéreas para la comunicación neuronal y modos de bloquearlas. «Ahora mismo no hay nada para ayudar a todos esos pacientes con síntomas neurocognitivos. Ningún tipo de tratamiento. Queremos cambiar eso», señala.
Además, el grupo también explora formas de prevenir la metástasis, de frenar el proceso antes de que ponga en marcha toda su complejidad y sus efectos dañinos. «Sabemos que en los momentos iniciales hay una interacción que es crucial, que es la que se produce entre las células cancerígenas y los vasos sanguíneos. Cuando una célula cancerígena entra en el cerebro se asocia siempre a un vaso sanguíneo. Hemos encontrado que hay posibilidad de desarrollar terapias que son ideales para matar a este tipo de células, que son como una primera semilla de la metástasis. Ahora mismo estamos intentando encontrar la ventana de oportunidad idónea para llevar a cabo este tipo de terapias preventivas».
En el laboratorio de Valiente trabaja un equipo de 20 personas «que juntas hacen una orquesta totalmente coordinada para lograr cosas excepcionales», subraya el investigador. «A este laboratorio le está yendo bien porque la gente que ha entrado ha sido en la gran mayoría de los casos gente superexcepcional, con una enorme motivación y de la yo también dependo. El laboratorio no es Manuel Valiente ni mucho menos. Esto es un equipo».
Salud