<p>Cambiar las condiciones en las que los patógenos desarrollan su vida tiene consecuencias. Más calor implica la mejorar el entorno de unos, más frío la de otros. En el caso de <a href=»https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2023/09/05/64f71b89fdddff297b8b4570.html» target=»_blank»>la bacteria (mal) apodada la «come carne»</a>, la <i>Vibrio vulnificus</i>, la primera situación favorece mucho a que crezca su presencia. «Con el <strong>aumento de las temperaturas de los mares se favorece a la multiplicación mayor de las bacterias</strong> y dentro de ellas está la familia de los <i>Vibrios</i>», cuenta Gema Fernández Rivas, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), para poner contexto al aumento de casos detrás de las septicemias.</p>
El ECDC ha destacado el peligro estacional de la ‘Vibrio vulnificus’, responsable de septicemias que acabaron en amputaciones. «La predisposición de factores de riesgo agrava la infección», explica una microbióloga
Cambiar las condiciones en las que los patógenos desarrollan su vida tiene consecuencias. Más calor implica la mejorar el entorno de unos, más frío la de otros. En el caso de la bacteria (mal) apodada la «come carne», la Vibrio vulnificus, la primera situación favorece mucho a que crezca su presencia. «Con el aumento de las temperaturas de los mares se favorece a la multiplicación mayor de las bacterias y dentro de ellas está la familia de los Vibrios«, cuenta Gema Fernández Rivas, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), para poner contexto al aumento de casos detrás de las septicemias.
Desde el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) han destacado el riesgo estacional que supone la presencia de esta bacteria. En la actualidad este patógeno vive de forma natural en las aguas costeras salobres, donde se mezclan el agua salada y el agua dulce, especialmente cuando las temperaturas son altas y la salinidad es menor. «Aunque las infecciones por Vibrio siguen siendo relativamente poco frecuentes en nuestro continente, varios países del norte a orillas del Báltico han registrado un aumento en los últimos años», señalan en un comunicado.
La expansión de su distribución geográfica ha comportado la presencia de V. vulnificus en nuevas regiones, como el mar Báltico, el norte de EEUU y zonas de América del sur alejadas del Caribe. Las muestras recogidas en los últimos 60 años por la encuesta del grabador continuo de plancton (CPR) demuestra que el género Vibrio incrementa su prevalencia en las últimas cuatro décadas en la costa del mar del Norte, señala un análisis de la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria.
Esto ha sido especialmente evidente durante los veranos con olas de calor prolongadas y temperaturas del agua más altas, como el observado en 2018, cuando se notificaron 445 casos, más del triple de la media anual (126) registrada entre 2014 y 2017. Rivas destaca que su condición de halófilas encuentra en ambientes marinos costeros con «la dosis justo de salobridad y temperaturas cálidas» el lugar perfecto para «alojarse».
Hasta el momento, en nuestro país la presencia de V. vulnificus ya se identificó en los años noventa como patógeno de anguilas y en las costas mediterráneas. «Aquí la conocemos bien, pero no hay muchos más casos por el momento. Lo que no significa que ante el aumento de casos a nivel mundial no le prestemos una vigilancia adecuada», apunta la portavoz de la Seimc, también especialista en Parasitología del Servicio de Microbiología del Hospital Germans Trias.
En la entidad catalana se apunta que los primeros estudios sobre su presencia en el agua y en moluscos bivalvos indicaban una baja prevalencia, pero investigaciones posteriores revelaron que era habitual en aguas y moluscos en las costas mediterráneas e incluso en el Cantábrico. «En el Mediterráneo hemos tenido casos, siempre ha habido», comenta Rivas.
Galicia ha registrado tres brotes importantes por Vibrio parahaemolyticus en los últimos 20 años: uno en 1999, con 64 casos, por consumo de ostras crudas; otro en el 2004, con 80 casos, y otro, con cerca de 100 casos, por consumo de gambas, en el 2012, recoge el Sergas. Sin embargo, desde el 2012, se ha observado una clara transición en la epidemiología de este patógeno, con casos esporádicos aislados a lo largo de la costa en lugar de grandes brotes, causados por cepas diferentes y no relacionados, asociados típicamente al consumo de productos de la pesca locales.
Hay tres biotipos diferentes de V. vulnificus, de los que el biotipo 1 (o C) se relaciona con los casos humanos graves, el biotipo 2 (o E) se asocia al cultivo de anguilas, y el 3, muy infrecuente, hasta ahora sólo se ha detectado en Israel. El primero es el que está detrás de las muertes y amputaciones que la han bautizado como bacteria «carnívora».
Pero la exposición no es suficiente para que el patógeno muestre su cara más agresiva. «Puede darse una intoxicación alimentaria y también entrar al organismo a través de una herida», detalla Ribas. «La virulencia dependerá de la situación del paciente, sobre todo aquellos con sistemas inmunológicos débiles [inmunodeprimidos]. Es cuando pueden aparecer los cuadros graves de sepsis».
Los factores de riesgo que ayudan a la bacteria a infligir más daño son enfermedades crónicas del hígado, diabetes, hemocromatosis, sida y alcoholismo. «Debemos vigilar la ingesta de marisco y pescado tras un buen cocinado. Y, también, en caso de hacernos una herida en la playa o si la tenemos previamente, estar atentos a cambios en su cicatrización y evolución», recomienda la microbióloga.
Al tiempo, sugiere que haya una vigilancia por parte de los sistemas de Salud Pública. «Hoy no es una infección de declaración obligatoria, pero si estamos ante un fenómeno en auge, quizás, deberíamos prestar más atención». No se trata de una alarma, insiste, pero sí de «saber que la bacteria circula y que si no buscamos o reportamos nos vamos a conocer lo que realmente ocurre».
Por ello, en este sentido, el ECDC anima a los países que podrían verse afectados a «establecer un sistema de vigilancia de la enfermedad, ya que es probable que los casos notificados sean inferiores a los reales».
Mientras esto llega, Rivas describe cómo vigilar un posible contagio: «Aparecen lesiones en forma de ampollas, que pasan a causar dolor. Si se aprecia que este va a más y se une a un visible daño más profundo en la piel, hay que ir rápido al médico».
El abordaje que se hará, además de prescribir medicación, será «abrir la herida para realizar una buena limpieza para evitar su avance, cogiendo una muestra para que el laboratorio caracterice a la bacteria y así mirar la sensibilidad para determinar el antibiótico más adecuado». La portavoz de la Seimc destaca que, pese a las alarmas que saltan con los casos puntuales, en nuestro país esta bacteria es anecdótica, «llevo 22 trabajando en el hospital y he tenido solo dos casos».
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