<p>Del día más duro de su vida solo emerge hoy, dos años después, un recuerdo cálido: el <strong>abrazo </strong>de aquel <strong>guardia civil</strong> que la sostuvo tras conocer la muerte de su único hijo por suicidio. Cuatro horas estuvo a su lado acompañándoles en ese inmenso dolor. Tampoco se borrará nunca de la memoria de otra mujer en Valencia cómo aquel<strong> policía nacional</strong> se tiró al suelo con ella y la <strong>protegió </strong>con fuerza entre sus brazos mientras sufría una crisis de ansiedad después de que la DANA arrasara su existencia.</p>
A lo largo de 2024 se han quitado la vida 11 guardias civiles y 10 policías nacionales. Forman parte de un colectivo resiliente, pero también vulnerable por diversos factores de riesgo, entre ellos su exposición al trauma. Aún existe en ambos Cuerpos dificultad para reconocer el malestar emocional y pedir ayuda.
Del día más duro de su vida solo emerge hoy, dos años después, un recuerdo cálido: el abrazo de aquel guardia civil que la sostuvo tras conocer la muerte de su único hijo por suicidio. Cuatro horas estuvo a su lado acompañándoles en ese inmenso dolor. Tampoco se borrará nunca de la memoria de otra mujer en Valencia cómo aquel policía nacional se tiró al suelo con ella y la protegió con fuerza entre sus brazos mientras sufría una crisis de ansiedad después de que la DANA arrasara su existencia.
Trabajar en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado supone mirar de cara al dolor en innumerables ocasiones y no son pocas en las que deja huella emocional en sus propias biografías. Hacer frente a las amenazas y adversidades forma parte de su jornada laboral. Actúan ante catástrofes naturales y personales, agresiones sexuales con víctimas infantiles, desapariciones, narcotráfico, terrorismo, accidentes de tráfico, rescates… pero en su transcurrir diario hay otro riesgo invisible que les acecha y que puede poner en peligro su propia vida: el estigma que impide con frecuencia a policías y guardias civiles hablar de su propia vulnerabilidad.
Debajo del uniforme hay seres humanos que combaten conflictos internos propios de cualquier persona como problemas familiares, de pareja, económicos o de salud mental y, además, se ven expuestos de forma sistemática al trauma y estrés. A todo ello se suma ese tabú a la hora de reconocer el malestar emocional, la dificultad para pedir ayuda, la desconfianza y el fácil acceso a un método letal como agravantes del riesgo de suicidio en este colectivo.
En 2024 han fallecido 11 guardias civiles, uno más respecto a 2023, y 10 policías nacionales, cuatro más que al año anterior.
Del dolor que subyace bajo la conducta suicida, de comprenderlo y aliviarlo, de «no mirar hacia otro lado», se habló el pasado 2 de diciembre en unas jornadas organizadas en la Sala de conferencias del Centro de Operaciones Dirección General de la Guardia Civil.
El teniente general jefe del Mando de Personal Eduardo Isidro Martínez Viqueira llamó a afrontar con «valentía» la labor para atender esta devastadora realidad, cuya «incidencia no es el número sino el quebranto personal» y trazó como líneas clave la sensibilización («no podemos luchar contra aquello que no vemos»), la creación de entornos seguros donde detectar y pedir ayuda; la elaboración de estrategias prácticas que ofrezcan habilidades de afrontamiento y una adecuada asistencia y la «responsabilidad compartida» entre «autoridades, compañeros y sociedad».
«Como uno viste de verde no tiene permiso para quebrar, cuando el ciudadano sí puede»
José Luis González, coronel jefe del Servicio de Psicología de la Dirección General de la Guardia Civil
La Guardia Civil lleva más de 40 años estudiando la conducta suicida en el Cuerpo, una preocupación que se materializó en 2002 con la elaboración del Plan de Prevención de Conductas Suicidas que fue actualizado en 2010 y pasó a denominarse Plan preventivo de Asistencia Psicológica. La Policía Nacional desarrolló hace cuatro años su Plan de Promoción de la Salud Mental y Prevención del Suicidio y la creación de un equipo psicosocial para ofrecer acompañamiento y ayudar a los agentes a ser capaces de expresar sus problemas.
En ambos colectivos, la sombra del estigma, la dificultad de pedir ayuda o incluso de percibir la necesidad, sigue dificultando la detección y prevención del suicidio. «Como uno viste de verde no tiene permiso para quebrar, cuando el ciudadano sí puede», lamenta José Luis González, coronel jefe del Servicio de Psicología de la Dirección General de la Guardia Civil en conversación con EL MUNDO. Existe aún el temor de que reconocer la propia vulnerabilidad sea concebido como un signo de debilidad o de falta de capacitación.
«Somos especialmente vulnerable al estar en contacto con lo peor de la sociedad»
Javier Muñoz Moreno es psicólogo del Equipo de Intervención Psicosocial de la Policía Nacional
Combatir esa idea es uno de los objetivos principales de las campañas que con frecuencia se difunden a nivel interno. «Pide refuerzos, también en tu vida personal» es la ‘instrucción’ que transmite una de ellas a través del vídeo que encabeza este reportaje y en el que se recuerda a los miembros del Instituto Armado que pueden verse sometidos por su actividad a trastornos por estrés postraumático (TEPT), depresión o la ansiedad y que en las batallas privadas, como en las operaciones en equipo, tampoco están solos.
Javier Muñoz Moreno es psicólogo del Equipo de Intervención Psicosocial de la Policía Nacional y participó como ponente en el acto celebrado en Guzmán el Bueno. Lucha contra esa arriesgada imagen de «superhombres y autosuficientes» tan arraigada en el Cuerpo: «A los hombres nos cuesta hablar de debilidades y los policías somos como hombres al cuadrado. Las mujeres tienen la mismas dificultades que los hombres para mostrar debilidades «.
No se habla de vulnerabilidad en un colectivo que es «especialmente vulnerable al estar en contacto con lo peor de la sociedad». En su labor diaria ofreciendo escucha, apoyo incondicional y una primera atención psicológica que anime a ir a terapia se encuentra con personas que a pesar de tener problemas «muy graves» no lo han compartido con «nadie». Es crucial, asegura, conseguir que se «activen los recursos personales», es decir, ayudarles a romper el silencio sobre sus problemas y que los compartan con su pareja, amigos o familia.
Desde 2018, la asociación Ángeles de Azul y Verde vela por el bienestar emocional de sus compañeros y les ofrece un lugar seguro donde expresar todas sus preocupaciones, no solo las derivadas de su actividad profesional. «Que yo sepa no tenemos un gen policía por ningún lado. O sea que no nos diferenciamos en nada con respecto al resto de población», subraya su vicepresidenta Mónica Blasco sobre la necesidad de «normalizar» el sufrimiento, desterrar la idea de que se puede con todo e integrar adecuadamente las emociones en lugar de esconderlas: «Vas apartándolas hasta que al final ya no puedes apartar porque hay demasiado».
Y ese ‘demasiado’ en ocasiones resulta letal. La conducta suicida es muy compleja y en ese intenso sufrimiento, desesperanza y desconexión que puede llevar a una persona a pensar en la muerte como única salida se entrelazan múltiples factores de tipo biológico, psicológico y social. No hay una sola causa pero existen circunstancias especialmente dolorosas que pueden actuar como precipitantes y en la Guardia Civil y en la Policía Nacional hay más posibilidades de descubrirlas porque en todos los casos de suicidio de sus agentes se realiza una autopsia psicológica, algo que no ocurre habitualmente entre la población general.
A través de esta técnica, en la que se habla con familiares, superiores y compañeros, se indaga sobre posibles situaciones adversas como problemas laborales, de pareja, legales, disciplinarios, económicos o de salud para tratar de comprender mejor por lo que estaba sufriendo más intensamente ese compañero o compañera antes de morir. También se realiza este estudio tras los intentos de suicidio para detectar factores de riesgo y reforzar la prevención.
De esa labor de investigación, José Luis González concluye que «no hay una relación entre ser guardia civil y suicidarse», que el ambiente, el tipo de trabajo o los problemas con mandos o compañeros no son los principales desencadenantes. «Tenemos clarísimo que el tema laboral no es un factor de riesgo de suicidio en la Guardia Civil«, asegura.
- Reserva, soledad o aislamiento inusual
- Despedidas fuera de lugar o injustificadas
- Abandono personal o cambio extraño o inesperado de costumbres
- Desesperanza, tristeza, llanto, problemas para dormir, nerviosismo o agresividad
- Amenazas de suicidio o ideas relacionadas con la muerte
- Gastos desmesurados, regalo de objetos personales o arreglo de deudas o herencias
- Consumo abusivo de alcohol o drogas, hábito tabáquico o excesivos gastos en el juego
- Problemas muy graves con la pareja o hijos o con la familia de origen
- Asfixiantes problemas económicos
- Graves sanciones disciplinarias
- Accidentes imprevistos con graves consecuencias económicas o personales
«Tenemos más de mil casos estudiados y documentados para saber qué pasó y qué no pasó», subraya González. En el 95% de las autopsias psicológicas aparecían como precipitantes en primer lugar los problemas de pareja seguidos por los trastornos psicológicos, legales y económicos. En el 5% restante, asegura el comandante psicólogo de la Guardia Civil Benito Florido aparecían factores laborales vinculados con la muerte.
El exceso de carga de trabajo, las largas jornadas, la falta de conciliación laboral, el trabajo en condiciones de tensión constante y la falta de descanso adecuado son para la Asociación Unificada de la Guardia Civil las circunstancias que merman la salud mental en el Cuerpo y reclama más medidas en la organización del trabajo que promuevan el bienestar así como aumento del número de psicólogos y formación continua en gestión emocional y resolución de conflictos.
El esfuerzo en la prevención se dirige a que un guardia civil no llegue a pensar en quitarse la vida e incluso, a no darse de baja, lo que supone ofrecer recursos para facilitar que se dé el paso de expresar el malestar y a la vez habilitar procedimientos que ayuden a la detección temprana. Durante los procesos de selección del personal para ingreso en el Cuerpo se realizan pruebas de evaluación específicas del riesgo de conducta suicida a través de test y en la entrevista personal. También se evalúa antes de las promociones (ascensos y especialización).
Los guardias civiles y policías nacionales comparten «horas y horas» de servicio y de conversación entre ellos. Los cuarteles, las comisarías, los vehículos policiales son espacios de estrecha convivencia donde se puede percibir el dolor ajeno si se sabe cómo hacerlo. En sus charlas de formación y sensibilización, Ángeles de Azul y Verde explican las señales de alerta porque posiblemente un compañero o compañera de patrulla sea de las primeras personas que pueda notar que un agente atraviesa una mala época. Y es «importantísimo» que esté pendiente de cómo se pueda sentir, de cómo se comporta, si está más alicaído, irritable… «Y si lo cree así parar y decir ‘oye, ¿cómo estás? ¿qué te pasa? Vamos a intentar solucionarlo juntos», propone Mónica Blasco. Puede ser una oportunidad de vida para un agente que en ocasiones no tiene con quien hablar y que puede tener a su familia a cientos de kilómetros de distancia.
En la Guardia Civil es el protocolo de ‘conductas anómalas’ el que da desde 2018 esa orientación para saber cómo proceder en el caso de que se sospeche que alguien esté atravesando una crisis en la propia unidad. Si se detecta esa «alteración emocional» el jefe de la unidad o algún compañero le pregunta, se interesa por él o ella para saber qué le ocurre y se activa el protocolo para ponerlo en conocimiento del Servicio de Psicología, hacer una evaluación y, si procede, también una evaluación médica. Ha de acudir obligatoriamente a recibir esa atención sanitaria y se le retira el arma de forma cautelar.
«¿Notas algo distinto en tu compañero o familiar? No le juzgues ni estigmatices, escúchale y dale apoyo»
¿Qué se considera una conducta anómala? «Es un cambio a peor que se percibe en un compañero. Aquí estamos trabajando ocho o nueve horas diarias y sabemos cómo nos comportamos. No hace falta ser psicólogo o psicóloga para saber que algo está pasando. Por ejemplo, un día vienes desaseado, no hablas con nadie, empiezas a llegar tarde, durante el servicio estás huraño, tristón… Estás cayendo un poco en desesperanza, señal de que tienes un problema y que no lo estás compartiendo», explica José Luis González.
«¿Notas algo distinto en tu compañero o familiar?. Qué puedes hacer: ¡Rompe tu silencio!, no le juzgues ni estigmatices, escúchale y dale apoyo, presta atención a las señales que muestra, no mires hacia otro lado, anímale a pedir ayuda, empatiza con él», reclaman los trípticos de sensibilización repartidos por los cuarteles.
El protocolo de conductas anómalas da instrucciones claras pero aunque no existiera cualquier guardia civil puede recibir la orden de su jefe de que se someta a una evaluación de aptitud psicofísica. Éstas se realizan de forma habitual no solo ante la sospecha de un problema de salud mental sino de forma previa al comienzo de una misión internacional y en todos los procesos selectivos de especialización o ascensos.
Seguimiento especial requieren también aquellas actividades especialmente sensibles, como las que suponen el visionado de material pornográfico en casos de abuso sexual infantil. Y se les realiza esa pregunta necesaria y que ayuda a enterrar el estigma: «¿Oye, qué tal estás?».
Otra forma de descubrir que un guardia civil atraviesa una época de intenso malestar psíquico es a través de un reconocimiento médico que se realiza en una empresa externa, explica Florido, y que incluye un cuestionario donde pueden reflejarse «puntuaciones» que lleven a sospechar la existencia de una crisis por lo que se deriva a una valoración más específica y se le ofrece ayuda para solventar el problema.
«Si queremos ayudar y queremos prevenir tenemos que actuar todos», recuerda José Luis González. «Estamos convencidos de que se salvan vidas, aunque eso no se puede contabilizar. Después de que se ha hecho una de estas intervenciones preventivas, muchos compañeros y compañeras te vienen a decir que siguen vivos gracias a aquella conversación con este compañero o a que se le prestó atención y luego habló con el psicólogo». «Tenemos muy poco casos de suicidio. Lo que queremos es aliviar el sufrimiento en general de todos los compañeros», asegura. En los últimos años se han evitado al menos seis suicidios por la sensibilización obtenida en las jornadas de formación, 1600 hasta día de hoy.
Los guardias civiles y familiares o amigos que perciban su sufrimiento tienen a su disposición desde hace dos décadas un teléfono de asistencia gratuito (900 200 062) y un servicio de atención psicológica distribuido en 38 gabinetes por todo el territorio nacional, sumado a la posibilidad que tienen de acudir a un psicólogo del sistema público de salud o una mutua. En una institución jerarquizada como la Guardia Civil y con régimen disciplinario y organización militar, la confidencialidad adquiere aún mayor valor.
«Mucha gente nos consulta diariamente y cuenta sus problemas, otros no. Sabiendo que existe estigma, hemos puesto siempre medidas para que el guardia civil lo cuente y lo diga a nosotros o a quien quiera», explica José Luis González. Desde el pasado verano la Guardia Civil ofrece también hasta 20 sesiones de psicoterapia de un servicio de atención externo y ha firmado un convenio con el Teléfono de la Esperanza (717 00 37 17) para reforzar la atención telefónica y dar un espacio independiente a aquellos que se muestran reacios a expresar sus problemas a un compañero o superior del Cuerpo.
La Policía Nacional también cuenta con una línea telefónica de asistencia psicológica 24 horas (91 582 10 43) y un equipo de 10 psicólogos que han desarrollado funciones policiales operativas para dar ese apoyo «incondicional» y brindar un espacio donde expresar el malestar y dar un primer paso para obtener ayuda especializada. Siempre que hay un incidente crítico se tiende esa mano y esa escucha sin que sea demandada. El servicio es anónimo para derribar la desconfianza y se ofrece esa toma de contacto tanto de forma presencial como por vía telefónica, correo electrónico o WhatsApp. Solo se rompe la confidencialidad en casos de riesgo grave o inminente.
En estos cuatro años han sido atendidos 2986 policías, medio centenar de ellos por conducta suicida. Cuando la DANA golpeó Valencia, el equipo se desplazó para atender sobre el terreno a 286 compañeros que habían intervenido en plena devastación para proteger a la población.
Prevenir el suicidio no es solo evitar muertes sino detectar y actuar frente al sufrimiento antes de llegar a «ese punto de desesperación» en nuestro propio entorno. «¿Es ese el papel que tenemos cada uno de nosotros, no?», recuerda Mónica Blasco…Y esa, atender el dolor de compañeros, es la misión de cada guardia civil y policía que colabora como voluntario. No se ofrece terapia sino una ayuda de «tú a tú», entre iguales, que trata de liberar de esa falsa creencia reforzada socialmente de que los miembros de los cuerpos policiales han de ser invulnerables.
En ese espacio seguro que crea la asociación sí hay «permiso» para mostrar las debilidades propias de cualquier ser humano y obtienen la comprensión de personas que han pasado por circunstancias similares y con frecuencia muy duras que no se cuenta ni siquiera a la familia para no «trasladarle ese malestar». A menudo son los propios compañeros o compañeras quienes llaman preocupados por un miembro de su unidad al que ven sufriendo y necesitan orientación sobre cómo ayudarle de forma adecuada.
Al estigma que aún existe entorno a la salud mental y la creencia de que un policía ha de ser autosuficiente e invulnerable -«soy un tío duro (o tía dura) y yo no necesito nada»-, se suman un «miedo irracional» a que reconocer el malestar emocional (o que lo descubran los mandos) pueda tener repercusiones en el trabajo, explica Mónica Blasco.
«Los psicólogos de verde somos psicólogos de la Guardia Civil y nuestro cliente es la Guardia Civil, mientras que en una relación terapéutica se requiere una relación de confidencialidad que nosotros no podemos dar porque desde el primer día lo decimos: ‘a lo mejor algo de lo que nos cuentes hace que tengamos que tomar medidas como la retirada del armamento’, explica González y subraya que externalizar el servicio ha sido por ello «una vuelta más en el cuidado de nuestra gente».
En las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hay un factor de riesgo, un «agravante» claro, que es el acceso al método y su conocimiento. Las asociaciones profesionales han reclamado de forma reiterada la instalación de armeros, una medida que se pondrá finalmente en marcha pero que desde el Servicio de Psicología se acepta con cierto escepticismo. «El tiempo dirá si es realmente efectiva. También se podría invertir dinero en entrenar y en formar más a los compañeros para que detecten esas señales y que tengan más probabilidades de hablar».
La retirada del arma despierta aún mucho recelo en este colectivo porque es una medida que ‘desvela’ la existencia de un profundo malestar emocional y aun se vive con el temor de que además tenga consecuencias futuras en la carrera profesional, que recibir asistencia psicológica sea una ‘mancha’ en el expediente que limite ascensos, acceso a especialidades o traslados. «Esto no sería legal», explica Mónica Blasco porque estos «datos sanitarios» no pueden ser comunicados para la realización de otros trámites. Ella aboga porque se retire el arma a todos los agentes de baja, sea psicológica o no, y se pregunta por qué es necesario que todos los agentes la porten.
No hacerlo ayudaría a combatir esa idea de que «sin arma no soy policía». «Ya no soy un buen policía porque me han quitado el arma», resume el razonamiento a su entender equivocado que subyace en las reticencias de muchos compañeros. «Hay muchísimos trabajos que hacemos que son espectaculares y no la necesitamos», insiste.
Cuando se produce una muerte se comunica de forma urgente al Gabinete de Psicología de la Unidad territorial y a la Jefatura del Servicio de Psicología para movilizar cuando sea necesario al equipo especialista. En las primeras 24 horas se realiza tareas de posvención y se interviene con familiares y compañeros del fallecido para prestar apoyo psicológico y/o médico. En un intento de suicidio se recurre desde el primer momento a los servicios de urgencia más próximos dotados de Unidad de Salud Mental y se ofrece asesoramiento a los familiares para evitar recaídas y un apoyo permanente.
Actuar desde la base, evitar que se llegue a esa escalada en el dolor y caer en la desconexión y desesperanza, supone trabajar en la prevención primaria, dar difusión, que todo el personal que interviene en los procesos de selección y en los centros de formación conozca la conducta suicida, como recoge el plan de prevención. En todas las escalas, de cabos y guardias, de suboficiales y de oficiales se reciben charlas de prevención y cada jefe de unidad tiene la potestad de ofrecer otras complementarias en su unidad si lo considera pertinente, detalla Benito Florido. Los policías nacionales también reciben sesiones formativas cuando lo requiere su Jefatura.
El apoyo social es en cualquier ámbito el principal factor de protección frente al suicidio. Perderlo, uno de riesgo
Con el paso de los años ese estigma parece que empieza a mitigarse algo en las aulas. Los propios alumnos de la Academia de Baeza (Jaén) han demandado que se amplíe a un mínimo de dos horas el curso sobre conducta suicida.
El tabú ha ido perdiendo peso pero aún hay muchísimo trabajo que hacer», asegura Blasco reivindicando la necesidad de que los mandos reciban mayor formación en gestión de equipos. En ocasiones, lamenta, cuando surge un problema en lugar de «minimizarlo lo agudizan porque no tienen herramientas«. «A quien se debería primar en esos puestos es a las personas que dicen yo soy consciente de mi vulnerabilidad y de la vulnerabilidad que tienen mis policías o mis guardias y primo en esa atención el cuidado emocional». Hacerlo aumenta el sentido de pertenencia, un factor de protección clave frente al suicidio, pero perderlo por un mal ambiente laboral puede suponer un riesgo grave.
En la mesa de debate del pasado día 2 se plantearon todas estas cuestiones, los diferentes planes de actuación tanto en Guardia Civil como en Policía Nacional y los recursos de apoyo psicológico que se ofrecen a los agentes. En el acto, realizado en colaboración con la Universidad británica John Moores, se dio a conocer, además, las distintas actuaciones, incluidas innovaciones tecnológicas, que se realizan en Reino Unido para mejorar el bienestar en el ámbito policial.
Dos mil agentes británicos llevan un dispositivo que les ofrece valores sobre su estado de salud en general, como el ritmo cardiaco o la calidad de su sueño. El avance real no es tanto poder evaluar su bienestar sino que se están abriendo a hablar de ello y compartirlo. A algunos les «ha cambiado la vida».
Esas reticencias a expresar las emociones hace que en Reino Unido sean los propios funcionarios que quieren velar por su salud mental los que se acerquen a ellos de forma discreta. Doce vehículos con equipos de profesionales que ofrecen asistencia psicológica acuden a las comisarías y les ofrecen un café o un trozo de tarta como excusa para entablar una conversación.
El principal desafío es cambiar esa mentalidad y que los agentes se abran para hablar con más normalidad de sus problemas y eso «no se está haciendo con suficiente velocidad en ningún país», se advertía en la mesa de debate.
Hay una mayor incidencia de la conducta suicida entre los agentes británicos que en los españoles cuando además se da la circunstancia de que en el Reino Unido la mayoría va desarmado. ¿Por qué? «Es muy importante el tema cultural. Los españoles son más sociables, tienen más respaldo familiar«, explica Andy Rhodes, director del Servicio Nacional de Bienestar de la Policía del Reino Unido, que incide, no obstante, en otra razón de peso: el reconocimiento por parte de la población. En su país los miembros de las fuerzas de seguridad «no se sienten valorados».
El apoyo social es en cualquier ámbito el principal factor de protección frente al suicidio. No sentirlo, uno de riesgo. Javier Muñoz Moreno recuerda cómo en los años más duros del ‘procés‘ «niños y ancianos insultaban» a los agentes y le sobrecogía ver a «veteranos llorando porque se sentían rechazados y señalados por una sociedad por la que tanto se sacrifican».
En el otro reverso, en el del profundo agradecimiento a la labor de las Fuerzas de Seguridad, se enmarca el siguiente vídeo que emocionó a finales del pasado mes a la Policía Nacional. El alcalde de la localidad valenciana de Massanassa reunió a decenas de agentes para trasladarles el reconocimiento de los vecinos por su trabajo en la limpieza y reconstrucción del pueblo tras la DANA: «Gracias por haber estado en Massanassa en una situación tan difícil. Los vecinos lo van a recordar siempre»
Avanzar en la prevención del sufrimiento y del suicidio supone para Mónica Blasco precisamente dar pasos en ese sentido para «humanizar» más las instituciones y acercarlas a los ciudadanos «. Cuidar más al que cuida, abrazar al que abraza.
Hace menos de un mes, aquella madre superviviente de Valladolid tomó fuerzas, venció el miedo a revivir las horas de dolor indescriptible y llamó al cuartel donde trabaja el guardia civil que hace dos años la consoló para agradecerle «infinitamente su cuidado». Él tampoco había olvidado aquel día, «el peor en sus 22 años de servicio». Sus palabras le emocionaron profundamente dando aún más sentido a su labor de entrega al ciudadano, también en el sufrimiento.
Este reportaje forma parte del proyecto ‘Once vidas’ impulsado por EL MUNDO para la prevención del suicidio y del que forman parte Santiago Saiz, Rebeca Yanke, Rafael Álvarez y Yaiza Perera.
Salud